Paula

Una forma de desahogo del ser humano es hablar de sus problemas con alguien. El solo hecho de expresar lo que sentimos y compartirlo con familiares o amigos nos alivia ya que nos hace sentir comprendidos y apoyados.

Otra forma de desahogo es la escritura. Escribir es también una forma de terapia que ayuda a liberar nuestro dolor, frustraciones, enojo y todo tipo de sentimientos por los que estemos atravesando en ese momento. De cierta manera, escribir nos ayuda a desbloquearnos emocionalmente y eliminar miedos y temores.

Paula, de la escritora chilena Isabel Allende, es una obra dedicada a su hija. “En diciembre de 1991 mi hija Paula cayó enferma de gravedad y poco después entró en coma. Estas páginas fueron escritas durante horas interminables en los pasillos de un hospital de Madrid y en un cuarto de hotel, donde viví varios meses. También junto a su cama, en nuestra casa de California en el verano y otoño de 1992.”

En el hospital la autora comienza a escribir la historia de su familia con el fin de ayudar a su hija a recuperar la memoria cuando despierte. “¿Dónde estás, Paula?… ¿Cómo serás cuando despiertes? ¿Tendrás memoria o tendré que contarte pacientemente los veintiocho años de tu vida y los cuarenta y nueve de la mía?…”

Escribe acerca de su soledad y el sufrimiento. De lo que pasa en los pasillos del hospital, lo que dicen los médicos de su caso, del amor y el sufrimiento de Ernesto, esposo de Paula.

También aparecen los antepasados, los recuerdos de la infancia, los más íntimos secretos. Habla de su país, Chile, de su historia, del golpe de Estado que sufrió Salvador Allende, de la dictadura y los años de exilio de ella y su familia.

Isabel Allende dice de la escritura que “es una larga introspección, es un viaje hacia las cavernas más oscuras de la conciencia, una lenta meditación.” Explica que cuando estaba escribiendo Paula llorar le hacía bien, “fue como lavar las heridas, escribir fue mi forma de llevar luto. Escribí esa memoria con lágrimas, pero fueron lágrimas sanadoras…”Unknown

Josefina Cabrera-Moreno

Luis Herrera de la Fuente. Su entorno. Su vida. Su legado.

En el centenario del nacimiento de Luis Herrera de la Fuente, uno de los músicos más importantes de México, Fernando Díez de Urdanivia entregó a la editorial Luzam, de la que es director, el undécimo volumen de la Biblioteca Musical Mínima.Unknown

En el Proemio, el autor dice:

«Como cualquier artista verdadero, Herrera de la Fuente no nace el día en que nació, sino desde que el mundo fue mundo. Para valorar a una persona en su dimensión, es imprescindible conocer qué hubo antes de ella y cómo se dio su momento. Este examen puede tener algo de informativo y pintoresco».

Por tanto:

«En esta primera parte, pretende darse un panorama que incluye la música popular y la música de concierto. Pequeñas semblanzas de compositores, instrumentistas, letristas, cantantes, directores, investigadores y hasta promotores ayudarán a mostrar el México que encontró Luis Herrera de la Fuente a su llegada».

Después de somero, interesante análisis de los antecedentes y del entorno en que vivió este músico, hallamos las microbiografías de personajes de las posiciones más dispares, como pueden ser José Rolón y Jesús C. Romero, por un lado, y Tata Nacho, Mario Talavera y el Mariachi Vargas, por el otro.

Se reúne en este libro el testimonio de 26 personajes de la música y de la cultura mexicanas y se incluye un par de entrevistas que dan voz al personaje, así como una semblanza del protagonista con la cronología correspondiente. Se encuentran en este volumen el catálogo de sus obras y la relación de sus reconocimientos y de sus libros.

Hay también dos capítulos relacionados con sendas personas que le fueron muy cercanas: Victoria Andrade, su esposa, y  el doctor Miguel Ángel Herrera su hijo.

Magdalena Herrera Andrade participa con una carta conmovedora fechada en Cascade, Colorado, el 22 de febrero de 2014, que comienza así:

«¡Cómo te extraño! ¡Cuántos recuerdos me vienen al contemplar las fotos de ti y de mamá! Tengo el retrato frente a mi cama para darles los buenos días, pero también para que sus ojos inquisitivos me motiven diariamente a seguir su ejemplo y ser diligente, productiva y eficaz; podría decirse que esa foto es mi conciencia!»

El último párrafo no es menos conmovedor:

«Yo, tu hija Magdalena, Magda, Malenita, Maguis, prietita chula, como me decías, me despido sintiendo un gran vacío, pero también una gran alegría por haber tenido la suerte de tenerte como padre.

Un gran bacio (beso)».

Entre los numerosos testimonios y anécdotas aportados por los colaboradores se escogen en esta reseña, a la manera de una corchea de muestra, los siguientes:

Carlos Miguel Prieto:

«Agradezco a Fernando Diez de Urdanivia la oportunidad de escribir unas líneas en recuerdo del admirado maestro Luis Herrera de la Fuente. Pocos esfuerzos son más loables y necesarios, que un libro en homenaje a quien considero el director de orquesta más importante y fructífero de las últimas décadas en México».

Rafael Tovar y de Teresa:

«El estreno de su primera obra sinfónica, Dos movimientos para orquesta (1948), fue también el comienzo de la carrera de Luis Herrera de la Fuente como director. Paradoja de la historia que reveló las dotes de un joven que quizá en ese entonces deseaba más escuchar desde la butaca, como público, el resultado de su propuesta creativa. Hernández Moncada, entonces director de la Sinfónica del Conservatorio Nacional, pidió al principiante que condujera su propia obra colocándolo, sin saber, ante los ojos de Sergiu Celibidache, el gran director rumano que aprovechando una estancia en México acudía a los con el interés de conocer la producción nacional. A partir de ahí la historia es conocida: al terminar, Celibidache entró al camerino de Luis Herrera de la Fuente y señalándolo con el dedo le dijo: “Tú eres director de orquesta. Todo lo que hiciste estaba mal, pero la orquesta iba contigo”.

Luis Pérez Santoja:

«De la etapa (en la que dirigió la Orquesta Sinfónica de Minería), recuerdo una impactante Sinfonía Leningrado de Shostakovich, en 1985. Cuando le cuestioné en su camerino sobre su veloz tempo final, me dijo categórico “…partitura, pura partitura, todo está en la partitura».

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Luis Herrera de la Fuente. Su entorno. Su vida. Su legado enriquece la Biblioteca Musical Mínima cuyos diez primeros volúmenes son los siguientes:

. Panorama del jazz en México durante el siglo XX, de Roberto Aymes

. Conversaciones con Manuel López Ramos. Una vida dedicada a la guitarra clásica. 35 entrevistadores

. Allegro Molto. 60 años de anécdotas. José Alfredo Páramo

. Sociología de la música y educación musical. Susana Dultziin

. Recorridos por el blanco y negro de la música. Marta García Renart

. La música con faldas. Compositoras a través de los siglos. Fernando Díez de Urdanivia

. La música también es un cuento. Narrativa breve de la literatura universal

. Palabras en una sola nota sostenida. Antología de poesía y música. Ester Hernández Palacios y Héctor Miguel Sánchez Rodríguez

. El aprendizaje de la música. Pedro Lizárraga Cuevas

. Mil y tantos personajes dela música. Fernando Díez de Urdanivia

José Alfredo Páramo